Tuesday, April 16, 2013

HUNGER GAMES


Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los
dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la
basta funda de lona del colchón. Seguro que ha tenido pesadillas
y se ha metido en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque
es el día de la cosecha.
Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra algo de luz, así que puedo verlas. Mi hermana pequeña,
Prim, acurrucada a su lado, protegida por el cuerpo de mi madre, las dos con las mejillas pegadas. Mi madre parece más joven
cuando duerme; agotada, aunque no tan machacada. La cara de
Prim es tan fresca como una gota de agua, tan encantadora
como la prímula que le da nombre. Mi madre también fue muy
guapa hace tiempo, o eso me han dicho.
Sentado sobre las rodillas de Prim, para protegerla, está el
gato más feo del mundo: hocico aplastado, media oreja arrancada y ojos del color de un calabacín podrido. Prim le puso Buttercup porque, según ella, su pelaje amarillo embarrado tenía el
mismo tono de aquella flor, el ranúnculo. El gato me odia o, al
menos, no confía en mí. Aunque han pasado ya algunos años,
creo que todavía recuerda que intenté ahogarlo en un cubo.

cuando Prim lo trajo a casa; era un gatito escuálido, con la tripa
hinchada por las lombrices y lleno de pulgas. Lo último que yo
necesitaba era otra boca que alimentar, pero mi hermana me suplicó mucho, e incluso lloró para que le dejase quedárselo. Al final la cosa salió bien: mi madre le libró de los parásitos, y ahora
es un cazador de ratones nato; a veces, hasta caza alguna rata.
Como de vez en cuando le echo las entrañas de las presas, ha dejado de bufarme.
Entrañas y nada de bufidos: no habrá más cariño que ése entre nosotros.

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